Hace ya unos días, mientras viajaba en un coche compartido hacia Lleida con un señor de unos cuarenta y pocos años, surgió una interesantísima conversación sobre periodismo. Él, policía y, anteriormente, pintor de rótulos, me contó su afición por la prensa escrita y su descontento con el periodismo “de guerrilla” que abundaba en los medios actuales.

Un periodismo “marcado por la ideología de unos y otros que no suele corresponderse con la realidad”, decía. “Hay que ser más objetivo”, repetía.

Todo ello, surgió mientras hablábamos sobre el tratamiento que la prensa le había dado al auge del independentismo catalán y al de Podemos. Todo esto, en castellano, aunque él era de Tarragona y yo de Lleida.



Los que me conocéis, sabréis que tengo una pericia considerable para meterme en camisas de once varas así que ahí fui. Con todo.

“El periodista no tiene que ser objetivo. Contra más mordaz, mejor”, le dije.

 “¿Eso es lo que os enseñan en la facultad?”, me dijo.


“Quiero decir que, una cosa es ser ecuánime, realista y honesto y otra muy distinta es ser objetivo. Aunque un periodista fuera un señor de Marte que se enfrenta contra una situación por primera vez, su punto de vista al interpretarla sería totalmente subjetivo. Más hablando de política en democracia. Uno sabe que hay distintos puntos de vista y muchas formas de defenderlos. No hay que ser sectarios pero tampoco hay que pecar de inocentes. Por ello, el periodista debe ser subjetivo pero ecuánime y honesto a su vez. Sea cual sea su idiosincrasia. No es un tema de objetividad”, dije.

“ No lo veo así”, me dijo. “Por ejemplo. A mí me gustan los artículos de Pérez Reverte y me parece un tío objetivo”, dijo.

“Eso es porque piensa igual que tú. Pérez Reverte tiene una pluma afiladísima”, dije.

 “Pero es que hay otros que lo que cuentan es totalmente mentira”, dijo.

Eso no es subjetivo, eso es mentira, sin más”, le respondí.

La conversación se quedó ahí y justo este jueves volví a encontrarme con él. No con mi “compañero de viaje” sino con Pérez Reverte. Fue mientras escuchaba “La Ventana” de Carles Francino en Cadena SER. Hablando sobre su nuevo libro, “Hombres buenos”, Reverte lanzó una de sus flechas para dar un titular de aúpa. “España es un pueblo cerril e inculto que prefiere ‘Sálvame’ a ‘Salvados’", dijo.

Entre muchas de sus reflexiones entorno a su libro, también enunció que “en España no existen los adversarios, existen los enemigos” y que, con lo cual, no existe una pugna sino una necesidad de eliminar a todo lo que no forme parte de “la secta”. (Lo cierto es que como término, está mucho mejor elegido que "casta").

También habló de los protagonistas de su libro, los “Hombres buenos”, presentándolos como esos hombres que sólo quisieron que “sus compatriotas fueran gente lúcida, libre y educada”. “En España etiquetamos a la gente y si piensan distinto, los exiliamos, los marginamos. Eso es lo que hacemos con los ‘Hombres Buenos’”. “Lo peor de todo es que en muchos libros de texto de las escuelas se ha endulzado la muerte de exiliados como García Lorca o Machado”, "Resulta que murieron en su casa, tan tranquilos", apuntó.

Con este baño de reflexiones, el viernes, sonaron cohetes de fiesta mayor en casi todos los medios de comunicación. Unas encuestas del CEO mostraban que una “clara mayoría de catalanes se posicionaban contra la independencia”, según los medios.

Esa clara mayoría es de un 48% contra un 44% que sí se posicionaría a favor de la independencia. Es decir: España tiene un serio problema de secesionismo en Cataluña que está curado al 48% . ¿Y tiramos cohetes?

¿De verdad ese 48% de personas que se niegan a la independencia son una excusa suficiente para que el 44%, que sí están a favor, no puedan ejercer su derecho a voto en un referéndum?

Probablemente, nunca lo sabremos. Porque todo lo que viene de “los hombres buenos” no ha encontrado un lugar confortable, ni parece que lo vaya a encontrar en este país, para mejorar las cosas y aportar nuevas ideas para cambiar de rumbo a este país cerril que se niega a soltar la pandereta.

Lo más cruel es que nadie quiere darse cuenta de que, de un 48% a un 44% apenas van 4 puntos y aún es más cruel pensar que en ese 44% de partidarios de la independencia hay muchos “hombres buenos”. Hombres que no quieren destruir España sino que han encontrado en el secesionismo una salida fácil de “la secta” y que, probablemente, tengan miles de ideas para arreglar España. Y no lo digo yo, lo dijo Lluis Llach en una entrevista en Salvados : “Podemos y los independentistas son dos respuestas distintas a un estado caótico de perversión de la democracia”.

Esa “secta” va a volver a marginar a esos “hombres buenos” por unos míseros 4 puntos de una encuesta de opinión. Por conseguir sólo un 44%.

Siendo objetivo, como me recomendó mi compañero "efímero" de viaje, acabo de recordar y consultar que el partido que nos gobierna ganó las elecciones con un 44% de los votos.

Y sí, siendo objetivos esto no tiene ningún sentido, pero siendo honestos y ecuánimes, sí.

Sean "hombres buenos".